Georges Labonair

Georges Labonair es el primogénito de la ancestral familia Labonair. Nació y creció en el seno de una familia que contaba con mucho poder, con raíces arraigadas en la noble ciudad de York. 

Al ser el primogénito de la familia, contó con toda la atención de sus progenitores y todos sus caprichos fueron cumplidos en un chasquido de dedos, levantando así cierta envidia entre sus hermanos. Se podría decir que el nacimiento del que tenía tanto parecido físico con el que en aquellos momentos era el gobernador de York, y también su padre fue un golpe de ventura para la familia.

Desde bien pequeño, Georges resultó ser un chiquillo precioso: el niño perfecto de la familia, o al menos así lo creía y lo veían todos. Su padre le había inculcado grandes y nobles cualidades, como el convertirse en un perfecto caballero, intachable conducta en lo moral, lenguaje comedido… Y competitivo también. No es que Georges quisiese ganar en todo lo posible, incluso en los más inocentes juegos de los que el Château Le Ciel Sombre era escenario, sino que lo necesitaba. Fue presentado en festividades de alta sociedad por su madre, así fue cómo el pequeño chico comprendió el mundo en el que se movían y adquirió cierto carácter carismático, y su padre le llevaba a reuniones en las que decidía aspectos de la ciudad junto con otros ministros o gobernadores, puesto que era una función que en un futuro él desempeñaría.

Cuando cumplió los once años de edad llegó a sus manos la carta manuscrita en la cual le invitaban a cursar sus estudios de habilidades mágicas en la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. Su padre insistió en darle una educación lo más privada posible, realizando así los estudios en el propio domicilio, sin embargo; su madre, apoyó la idea de asistir a aquella escuela. El sombrero seleccionador dijo que él sería una persona muy grande, que todo lo que necesitará en su camino lo podrá conseguir con su increíble persuasión, que es una persona muy ambiciosa e ingeniosa, lo que le permitirá conseguir todo lo que se proponga. Fue, cuando aquel andrajoso accesorio que perteneció a Godric Gryffindor en un tiempo, remendado con parches una y otra vez, declaró que su segundo hogar a partir de ahora sería Slytherin. 

Durante su estancia en el castillo, Georges entabló amistad con una serie de personas con personalidad y actitud semejantes a la suya, como Ursula Müller, Gary Darkness y también Zelena Preen. Entre colores esmeralda y plateado aprendió el sentido de la verdadera amistad y de desarrollar el instinto de supervivencia. 

Sus calificaciones allí eran más que buenas, sintiendo inclinaciones por la asignatura de Encantamientos y Transformaciones, en las que destacaba notablemente, además de Defensa Contra las Artes Oscuras, irónicamente, ya que Georges hubo emprendido la especialización en las Artes Osucras tras su salida de Hogwarts, lo que hizo que ahora se convirtiese en un hombre expertísimo en esa rama de la magia.

En el instante en que su padre murió por causas puramente naturales, fue nombrado el gobernador de la ciudad de York. Georges se casó con una mujer de estatus sangre pura que quedó embarazada a los pocos meses de comenzar el matrimonio anteriormente mencionado. La alegría y la felicidad se apoderó de la familia Labonair; o al menos, hasta el momento en el que la mujer fue a dar a luz.

Hubo dos muertes: su esposa y su hijo. Los años pasaban pesarosamente en las vidas de aquella familia, y el gobernador poderoso de aquella ciudad parecía no levantar cabeza por esas dos trágicas pérdidas, cosa que hizo que su personalidad se oscureciese aún más, adoptase un carácter algo más arisco y se encerrase en sí mismo. Fueron años perdidos, hasta que, de la noche a la mañana el primogénito apareció con un niño pequeño en sus brazos. Nadie sabía de quién era, nadie sabía de quién venía, excepto Georges. Fue bautizado como Marcellius Gerad Labonair, y fue criado como si se tratase de su propio hijo, otorgándole la mejor educación que podían alcanzar. Considerando su estatus social, que era todo lo alto que podía ser, levantando la envidia de muchos, la educación del niño fue más que impecable. Le concedía todos y cada uno de los caprichos que salían de los labios de Marcellius, quien es la persona a la que más quiere en este mundo y lo daría todo por él. Es su más profunda debilidad y en el caso de que a él le ocurriese algo, no sabría con exactitud qué sería de él. Volcó en Marcellius todas las atenciones que tenía reservadas para la mujer a quien durante un tiempo amó y el hijo de su sangre que podría haber tenido.

La llegada del chico fue un revuelo para toda la familia, sin excepciones, la que pasados los años fueron olvidando el hecho de que no era un verdadero Labonair de sangre y desarrollaron un cierto afecto por el chico. Muy a su pesar, su madre, Delphine, sigue pensando que ese niño es un problema, y que no debería haberlo traído nunca allí, por lo que no puede evitar hacerle impensables desprecios y rehúsa de tratarle como si de verdad fuera su nieto. 

La relación de Georges con su familia es bastante buena, y cuando su padre murió él mismo se autonombró el hombre de la familia. Ahí se demostró la determinación que poseía.

A pesar de todas las diferencias que rodean a ambos hermanos, con quien mejor se lleva de todos es con Niklaus, que le ha tratado como un hijo al ver cómo trataba su propio padre al anteriormente mencionado. 

Siente admiración por su madre, como todos los hermanos, pero él en particular es con quien más discute. Ambos quieren proteger a la familia de una manera distinta, y en contadas ocasiones llegan a un punto de inflexión en el que coinciden.

Es poseedor de una complexión bastante fuerte, grande y también imponente. Espalda ancha, altura de metro ochenta y pico. Tez blanca y fría, facciones angulosas y masculinas. Cabello oscuro, el que suele llevarlo perfectamente peinado, ya que la imagen física que muestra a los demás es algo muy importante para él, además de considerarlo como un pilar básico en las relaciones sociales. Su sola presencia ya desprende una elegancia innata, además de respeto, el que nadie se atreve a faltarle. Siempre le podrás ver vestido con caros trajes oscuros fabricados por los mejores sastres del mundo mágico combinados con las más delicadas corbatas de seda.

No tan sólo en la apariencia, sino que en la parte más básica de su persona, Georges es todo un caballero, de pies a cabeza. Es muy un hombre muy culto, la educación para él, en su vida, es algo muy importante. En su gran despacho personal se alzan hasta el techo estanterías surtidas con los más variados libros, y conoce cada uno de los conocimientos que éstos encierran. Siempre procura dirigirse a las personas con las mejores palabras y maneras, aunque su interlocutor pudiera ser la persona que más odia en el mundo, claro que si esa persona le lleva la contraria después de usar sus mejores palabras, Georges sacará lo peor de él y se enfurecerá hasta límites insospechables. Con su hijo Marcellius, es poseedor de una paciencia casi infinita, y aunque la paciencia se agote, como todas las cosas de este mundo, siempre procura educarle como a él le educaron.

Es un hombre de palabra completamente inquebrantable, aunque tiene condiciones para cumplir con lo que dice y nada lo hará cambiar de opinión; es de ideales fijos y severos. En este aspecto se demuestra la astucia que se encierra en su corazón. Precavido y perseverante, premedita muy bien cada paso que va a dar, por lo que es muy probable que si no te interpones en su camino nada te va a pasar.

Mantiene una relación muy estrecha con Agatha Lasserre, hay quien dice que no es una buena amistad solamente; a la hija de dicha mujer la protege como su propia hija se tratase.

Tiene objetivos e ideales muy claros, quiere proteger a su hijo cueste lo que cueste, y que el poder y el reconocimiento lo tengan las familias de sangre pura. Actualmente Georges Labonair forma parte del séquito de caballeros oscuros al mando de Ursula Müller y Gary Darkness, antiguas amistades suyas, habiendo ascendido al rango de Consiliario, y no se detendrá ante nada que entorpezca su camino hacia sus objetivos.