22 de agosto de 1991


22 de agosto de 1991

Tengo que confesar algo, antes de seguir garabateando con tinta negra palabras que solo quedarán entre tú y yo... Es la primera vez que utilizo un diario... así que no sé muy bien como comenzar.

¿Qué tal si me presento?

Me llamo Ursula Müller y tengo once años. La historia de cómo terminaste entre mis pertenencias más apreciadas es algo complejo de explicar, pero intentaré darle vida entre estos pergaminos lo mejor posible.

Era una mañana de julio. No recuerdo muy bien el tiempo que hacía esa mañana, pero seguro que era caluroso, ya que mis días preferidos son los lluviosos y, en caso que hubiera llovido, seguro que lo recordaría. Madre, padre y yo nos encontrábamos sentados en la mesa del salón principal tomando uno de esos desayunos tan ricos que sirven los elfos domésticos (entre tú y yo, no sé cómo criaturas tan repugnantes pueden hacer algo tan rico).

Cuando padre abrió el periódico mágico de esa mañana, una lechuza de color marrón y ojos ambarinos hizo acto de presencia en el lugar donde nos encontrábamos. El ave era portadora de dos cartas; cartas dirigidas a mí para comenzar mis estudios mágicos. Una era de la academia de magia Beauxbatons y otra, de la escuela Hogwarts de magia y hechicería. Entonces se armó el revuelo.

Mis padres no se ponían de acuerdo. Padre quería que cursase los estudios en Hogwarts, mientras madre quería que comenzase a estudiar en Beauxbatons. Al final los argumentos de padre —me gustaría añadir que creo que eran demasiado convincentes— ganaron a los de madre. Él decía: "Ursula debe aprender a desenvolverse en cualquier lugar si quiere aceptar su destino". Si te soy totalmente sincera, no tengo ni la más remota idea de cuál es mi destino. Quise husmear un poco más para enterarme pero... madre me pilló de improvisto fisgando y, junto con padre, fui echada de allí de malas maneras... Sobre todo por madre. Ella me agarró de mis largos cabellos hasta la habitación y me dejó encerrada allí toda la noche sin cenar, además me apuntó con su varita e hizo que mi garganta se comprimiese, sentía que me faltaba el aire. Me sentía impotente y eso es una cosa que no me gusta sentir. Por un momento, sentí que la llegué a odiar... No es que madre sea mala, sino que siempre quiere lo mejor para mí. Dice que algún día tengo que ser la señora que ella es. Por esa razón, también me pegó una cachetada cuando me pilló hablando con aquella niña muggle... Los muggles son seres malos que quieren arrebatarnos la magia y menos mal que me abrieron los ojos a tiempo.

Por cierto, sé que no es un dato muy importante, pero soy bruja. Toda mi familia siempre ha poseído el don de la magia. Por ello, soy una bruja sangre pura al cien por cien, sin ningún tipo de sangre muggle (gente no mágica) en mis venas.

Volviendo a cómo te conseguí, pasó dos semanas después de aquel suceso. Viajamos a Londres por negocios de padre. Por aquel motivo, tuve que realizar mis compras en el Callejón Diagon. Nunca estado en ese lugar. Su encanto me conmovió, nunca había visto la magia de aquella manera. Se podía respirar en cada rincón de la concurrida calle llena de llamativas tiendas. Los magos y las brujas iban con sus túnicas de color verde acompañados de sombreros puntiagudos y sonrisas. Todo estaba siendo perfecto, compré mis libros, calderos e incluso mi varita.

Cuando estábamos a punto de salir del callejón, mis padres se pararon en seco al ver a un niño que llevaba andrajos como ropas. No había visto a nadie tan mal vestido en mi vida, además llevaba unas gafas pegadas con una especie de cinta, seguro que era pobre. Pero eso no fue lo que más me impactó, sino el hombre que le acompaña; era enorme, también vestía con andrajos y seguro que tenía piojos en sus grandes matas de pelo. Creo que ese hombre era un gigante. Fui a preguntar a mis padres por qué se habían parado en seco, ellos me ignoraron, solo escuché "fíjate en su cicatriz en forma de rayo". Me enfadé... Me enfadé y mucho. No me gusta que me ignoren de aquella manera. Comencé a disparar preguntas hasta que padre bajó su mirada. La mirada de padre fue como el impacto de mil latigazos. Siento que, si él me mira con esos ojos tan imponentes, debo callarme y eso hice. Creo que me duele más esa mirada que los castigos de madre.

Pasados unos minutos en los que madre todavía seguía mirando a la lejanía como aquellos personajes, que en mi opinión no merecían atención, pareció ser que padre se arrepintió de esa mirada que podría acallar al más temido de los hombres y, como recompensa, sacó, de uno de sus paquetes, un libro con la cubierta de cuero negro. Me dijo: "los recuerdos no siempre quedan en la memoria, por eso, plásmalos en este libro. En el futuro te guiarán por el camino correcto".

Y así es como te adquirí. Fuiste un regalo de mi querido padre.

Me gustaría añadir que nosotros vivimos en Alemania, pero tenemos una residencia en Londres para cuando tenemos que viajar. No es como la de mi amiga Zelena (aunque mi castillo de Alemania es mil veces más grande que su palacio), pero es una de las mansiones más grandes.

Espero poder confiártelo todo, como aún no lo he podido hacer con nadie y espero que seas, para mí, un gran apoyo.